miércoles, 17 de diciembre de 2014

HACIA UNA NUEVA ARQUITECTURA

Hacia una arquitectura (originalmente, en francésVers une architecture”[]) es un libro escrito por Le Corbusier con la colaboración de Amédée Ozenfant, quien firmó con el pseudónimo Saugnier y cuya autoría sólo se constata en la primera edición. El libro es una recopilación de artículos publicados en la revista de vanguardia L'Esprit Nouveau. La versión íntegra apareció en 1923
Su publicación se sitúa en un contexto de dudas y confusión social a principios del siglo XX. Acostumbrados a evolucionar muy lentamente a lo largo de la historia, comienza de repente un nuevo movimiento a nivel mundial que transforma cualquier concepto de sociedad conocido anteriormente. Esta nueva definición de sociedad y las necesidades que a ella se plantean serán pilar fundamental de este nuevo concepto arquitectónico.
Le Corbusier, visionario, se dará cuenta de la transmutación de los valores que, de una manera u otra, acabarán por transformar la forma de habitar. “Estamos en una época en que las fórmulas academicistas no pueden sostenerse y acaban cayendo por su propio peso: Las soluciones audaces y renovadoras resultan ser un ejército invulnerable de brillante armadura que golpean sin descanso los viejos estilos.”
Buen ejemplo de esta nueva idea será la propuesta para el Palacio de las Naciones. Frente a soluciones sometidas a un lenguaje clásico, le Corbusier replanteará el concepto de palacio aplicado a esa “nueva sociedad moderna en plena refundación” bajo una planta de origen primordialmente funcional, con la luz y la sombra, el muro y el espacio como elementos arquitectónicos. Sin embargo el concurso no se le adjudicará, lo que contemplará como algo verdaderamente trágico al dejar patente el triunfo de las corrientes clasicistas: “¡La cordura ha perdido pie! El palacio no es una máquina de trabajo, es un mausoleo representativo ¡La academia triunfa!”.

Los medios materiales para poder llevar a cabo esta nueva arquitectura serán posibles gracias a lo producido por la revolución industrial. Los elementos en serie, testados, de elementos fijos, serán la mejor herramienta para conseguir el producto puro deseado. De esta forma, la ejecución formal de todas esas nuevas ideas de habitabilidad, funcionalismo, practicidad no tendrá necesidad de sobrecargar la casa quedando así patente esta nueva idea. Ese será el espíritu moderno.
“No hay necesidad de usar más cantidad de material que la justa; no es necesario el más donde menos”
Le Corbusier dedicará gran parte de sus textos a la vivienda, que será reinterpretada bajo esta nueva forma de entender la arquitectura. Será absolutamente necesario un nuevo concepto de vivienda que se adecúe a esas nuevas necesidades sociales y familiares.
 “La casa ya no será esa cosa pesada y que pretende desafiar los siglos, el objeto opulento por el cual se manifiesta la riqueza; será una herramienta, como lo es el auto”.

Es muy famosa la definición que da de la casa como “máquina de habitar”, donde el objetivo de la vivienda será estar al servicio del residente que “siente, en el día de hoy, que necesita un esparcimiento intelectual, un descanso corporal y la cultura física necesaria para resarcirse de las tensiones musculares o cerebrales del trabajo, del duro trabajo”. “La máquina que habitamos es un trasto viejo, saturado de tuberculosis”. La nueva casa habrá que pensarla para el hombre corriente, universal, para sus necesidades diarias, para su mayor habitabilidad y descanso.
El mejor ejemplo construido del pensamiento corbuseriano será la Villa Saboye. Proyectada como el gran paradigma de la vivienda como “machine á habiter”. La Villa se diseña partiendo de las necesidades diarias del hombre universal con un esquema funcional como punto de partida cuyo desarrollo llevará a la consecución de la belleza.
No podemos sin embargo entender esta primacía del aspecto práctico como único para conseguir belleza. Para le Corbusier sí supondría el punto de partida  pero no bastaría con aspirar a la mera funcionalidad.  Para satisfacer al espíritu es necesario que las formas puras sean las condicionantes para que la vivienda haga honor a su nombre y destine todos sus esfuerzos al vivir. En las formas puras no hay atajos ni malentendidos, no hay mentiras, y es en ellas donde la luz entra y sale para su. Esto es la belleza, y eso desprende Villa Saboya, pues la luz es protagonista, modelando las formas puras de la vivienda para que la máquina de habitar cumpla su función del nuevo espíritu de la arquitectura.
Podríamos enunciar entendiendo en este punto una de las más famosas frases de le Corbusier, presente en uno de los artículos recopilados, y cuya contribución para la inmensa fama que “Hacia una nueva Arquitectura” obtendría es evidente. Así reza:
“La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”
Me gusta mucho entender como principal virtud de lo propuesto en este libro, que ha supuesto sin duda los cimientos de la arquitectura que ha llegado a nuestros días el pensar en el edificio como un  objeto sin pretensiones de grandeza; que se gusta observando y entendiendo pero no siendo observado; que se subordina y se pone al servicio de las personas; que trata de entenderlas; de conocer sus necesidades; que trata de solucionar sus problemas; que trata de hacerlas un poco más felices…
Es precisamente este acto de sensibilidad, de generosidad, de humildad, de sinceridad, lo que hace de él excepcional, sabio, universal y lo que convierte para mí la arquitectura en la más hermosa de los artes. Ojalá, por mucho que cambien las corrientes, por mucho que cambiemos los arquitectos y por mucho que cambie la arquitectura no perdamos ni olvidemos nunca todo esto de la misma manera que no hemos perdido ni hemos olvidado el orden o la proporción clásica.


Carlos Iriondo Muruzábal.

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